martes, 24 de octubre de 2017

Oración misionera en Villar del Arzobispo

Las Hermanas Carmelitas Descalzas nos regalan esta preciosa crónica de lo que allí vivimos.


Este pasado domingo, día del DOMUND, tuvo lugar en la capilla del monasterio de las Carmelitas Descalzas de Villar del Arzobispo una Oración Misionera. 
Convocados por la Comisión Diocesana de Misiones, nos encontramos una nutrida asamblea de personas procedentes de las Parroquias de Chulilla, Losa y Villar del Arzobispo, con sus respectivos párrocos. 
¿Objetivo? Unirnos con nuestra oración a los misioneros, que están entregando su vida, día a día, normalmente en situaciones nada fáciles, para que a todos los hombres llegue la noticia y la experiencia del amor de Dios. El silencio de adoración e intercesión ante el Santísimo ocupó un lugar importante. Compartimos la oración de la Iglesia con el rezo de Vísperas, presididas por D. Arturo García, Presidente de la Comisión, y contamos con el testimonio de Onofre, seminarista de sexto curso, que nos compartió su testimonio de misiones este pasado verano en Perú.


Dos sacerdotes, ocho seminaristas y dos chicos más, siendo valientes, como rezaba el lema del DOMUND de este año, participaron durante el mes de julio en la misión. De las realidades que más le llegaron, Onofre destacó el testimonio de los misioneros, su dedicación para atender a las comunidades, dispersas, distantes unas de otras y con muy mala comunicación; su permanencia, sin huir en los momentos más duros. Nos contaba que en los momentos en los que el terrorismo arreciaba con fuerza en la zona, mucha gente huyó para salvar la vida, pero que los misioneros no huyeron. Se quedaron y eso hizo que ganaran mucha credibilidad y que muchas personas se abrieran a Dios. También en las frecuentes inundaciones, que devastan la zona, las personas se sienten amparadas por su presencia y su ayuda. Ahí los misioneros se hacen claros instrumentos de Dios para los demás. Nos invitaba a pedir por ellos, que dan la vida para hacer llegar a Dios adonde no se le conoce y nos invitaba a nosotros a llevar a Cristo también a los que tenemos más cerca que, teniéndolo todo, no siempre tienen la alegría del Evangelio. 
Fue un regalo unirnos con más conciencia a la misión de la Iglesia, apoyándola desde nuestra oración.